viernes, diciembre 5, 2025
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Cuando rendirse no era una opción

Comentario de opinión de Alberto Ortega en torno al ascenso del San Pablo Burgos.

Las dos Final Four que vivió el San Pablo Burgos, ambas con un amargo desenlace, hicieron a más de uno pensar seriamente si el proyecto que surgió en 2015 diría hasta aquí hemos llegado o si bien volvería a intentar de nuevo el regreso a la máxima categoría. Dos proyectos faraónicos, con un presupuesto que más de un equipo de ACB quisiera para sí y que, sin embargo, salieron cruz para desesperación de un aficionado burgalés que veía como cada vez se iba a poner más caro el posible ascenso de categoría.

Tras la derrota en Madrid ante Lleida, y superado el mal trago, Félix Sancho se apresuró a despejar cualquier incógnita y dejar claro que su empeño en devolver al club a la primera categoría del baloncesto español no era flor de un día. Le costaría salud y, por supuesto, dinero, pero mantenía su ambición por el proyecto. Y apenas dio opción a las dudas. Junto con Albano, se puso manos a la obra en la confección de una nueva plantilla. Pero antes de nada, había que elegir capitán para la dirección del barco. La decisión salió a la luz un tres de Julio y a más de uno le tembló el pulso cuando se hizo oficial. La apuesta era Bruno Savignani, quien había realizado una gran segunda vuelta con un Real Betis que estaba inmerso en una montaña rusa, pero a quien logró meter en play-off y pelearle el puesto en la Final Four a un Estudiantes que necesitó del quinto duelo para decantar a serie a su favor gracias al factor cancha. Sin embargo, el escaso historial en los banquillos como primer espada era un hándicap que era contrarrestado con creces con su hambre por crecer en el mundo del baloncesto.

Una vez elegido entrenador, se confeccionó una magnífica plantilla donde debía primar el bloque sobre las individualidades. Los tres años anteriores habían sido un master de cómo los nombres no te hacen ganar, y que para que las individualidades destaquen necesitan de un bloque que los acompañen, pues por si solas pueden decidir un partido pero no una temporada. Se consiguió mantener a gran parte de la columna vertebral del pasado año, lo que añadiendo piezas que ya conocía Savignani, como el caso de Almazán o Wembi, iban conformando un equipo a priori bastante equilibrado. Las incorporaciones de dos ex Tizona, Cuevas y Cremo, con experiencia en la categoría y conocedores de la ciudad, eran un paso más sobre seguro que daban los azulones. Faltaba completar el puzzle, y para ello aparecieron jugadores que ya conocían la categoría, como Gudmundsson, y alguno de ellos, caso de Golomán, habían jugado en ACB. El primero ha sido quizá una de las revelaciones de la Primera FEB. Cuando parecía que no iba a haber “experimentos” apareció Stumbris, con experiencia en varias ligas europeas e incluso en la FIBA Europe Cup, pero que nunca había jugado en España. El último de los grandes nombres aparecía rápidamente y venía de tierras vitorianas. Dani Díez, quien todavía tenía la espina clavada del descenso, decidía dar un paso atrás y sumarse al equipo. Un paso atrás muchas veces sirve para avanzar con paso firme, y ese fue un arma más de un San Pablo que sumaba un grandísimo jugador que, a su vez, quería estar. Porque si bien los jugadores vienen por razones de índole económica, como es lógico, que un jugador decida venir de esta forma dice mucho de las ganas, la ilusión y, sobre todo, de la motivación por responder a las expectativas.

Ya confeccionado el plantel, visto como se reforzaban algunos de sus rivales hacían presagiar una de las Ligas más competitivas de la historia. Los proyectos de los seis equipos que habían perdido la categoría en los últimos cuatro años, todos ellos con jugadores de muchos quilates, hacían si cabe más dura la pugna por un ansiado ascenso que seguía siendo el objetivo principal de un San Pablo Burgos que contaba con una baza que quizá ignoraba pero que jugaba a su favor. Este año no era favorito. Sobre el papel, Estudiantes y Betis irrumpían con fuera y los descendidos Obradoiro y Palencia no andaban a la zaga. 

En pretemporada el equipo ya dio pinceladas de su potencial ante una afición que esperaba ansiosa el inicio liguero. La derrota ante Oviedo la pasada campaña tras unos amistosos inmaculados aún seguían en el recuerdo. Rápidamente, el equipo fue superando rivales de enjundia para alcanzar el liderato en solitario en la quinta jornada. La primera derrota llegó mediado el mes de Noviembre y el equipo volvió a superar a sus rivales junto con Fuenlabrada y Estudiantes. El triunfo en el ya Movistar Arena frente a los colegiales les dio un liderato en solitario que ha terminado de amarrar. A eso se añadió  el colofón de la Copa España, título que se añade a las vitrinas del conjunto burgalés.

Conforme avanzaban las jornadas, con solo dos derrotas, ambas recibiendo 90 puntos y por uno y dos puntos de diferencia, y con posesión para haber podido ganar ambos encuentros, todo parecía indicar que el ascenso era cuestión de semanas. Con el temor a un play off terrorífico como se antoja, la plaza de ascenso directo cobraba un cariz más determinante. 

Y a veces el destino es caprichoso. Y demuestra que, también a veces, la vida da segundas oportunidades. Y el día que si el San Pablo Burgos ganaba lograba el ascenso su rival era Fuenlabrada, el mismo que salió vivo del Coliseum 1.075 días atrás, en una noche que entró en la crónica negra del baloncesto burgalés donde se perdió el derecho a estar en la máxima categoría. Para el seguidor local, lograrlo sería cerrar el círculo de la mejor manera posible.

Por fortuna, el choque tuvo la historia que quisieron los locales y se pudo consumar el ascenso. El aficionado burgalés volvió a reír, disfrutar y, por qué no, llorar de alegría por el éxito conseguido. Una afición que nunca ha dado la espalda y que ha sido el jugador número seis.

Si algo ha mostrado esta campaña es que rendirse nunca fue una opción, que el trabajo y la constancia han sido pilares fundamentales de un club a quien este año también la fortuna ha remado a su favor. Todo lo que en los tres años precedentes salía cruz ahora la moneda mostraba la cara afable. Sin apenas lesiones de gravedad, el equipo no ha necesitado ningún refuerzo y va a terminar la campaña con las mismas doce piezas con las que la inició. Atrás quedaron los movimientos a la desesperada, las 21 fichas del año del descenso, o las incorporaciones de última hora en los dos play off anteriores.

Por si fuera poco, en una de las ligas más complicadas y más disputadas, los burgaleses han ganado ya 29 partidos y tienen ante sí la opción de convertirse en el campeón con más victorias, superando las 30 de Betis y Andorra, aliciente de más para dar el do de pecho en lo que resta de una temporada que ya es historia para un equipo que cumple diez años. Con la resaca de un ascenso ya en el bolsillo, sería el broche de oro por el que deben pelear los pupilos de Savignani.

Ahora toca disfrutar del momento y del final de temporada. Será entonces cuando haya que trabajar en el nuevo proyecto en una categoría donde el objetivo deberá ser única y exclusivamente sobrevivir en la misma. Volver a recordar de dónde se viene y lo complicado que es llegar hasta allí. Pero hoy el baloncesto burgalés debe gritar a los cuatro vientos aquello de que Burgos vuelve a ser de ACB.

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