Comentario de opinión de Jairo Velasco sobre la actualidad del Burgos CF.
A estas alturas del campeonato ya se han escrito cientos de líneas y se han consumido miles de minutos de radio y televisión subrayando la extrema dificultad intrínseca a la categoría. Resultados inexplicables, rachas rotas por el rival menos esperado y plantillas creadas para el ascenso que naufragan en el mar de la Hypermotion son situaciones más que habituales para los seguidores del torneo.
Lograr tres victorias consecutivas impacta frontalmente con el párrafo anterior, resultando incluso residual para aquellos equipos teóricamente llamados al ascenso directo. Hito más que complicado que a estas alturas curso sólo pueden lucir un selecto grupo de equipos entre los que acaba de entrar nuestro Burgos Club de Fútbol.
Un equipo no demasiado vistoso, que seguramente no sea el favorito de los amantes de buen fútbol, pero que demuestra jornada tras jornada que no necesita demasiado para complicar la vida a los rivales, derribando sus pizarras a base de tesón, resistencia y efectividad. Un rival de esos que acabas odiando porque sin saber demasiado bien el cómo, en cuanto te despistas logra ponerte contra las cuerdas.
Y es que puede que ni nosotros mismos, aún habiendo visto todos los partidos de nuestro equipo, logremos autoconvencernos de que vernos tan arriba en la clasificación es algo razonable. No hay que ir mucho más allá de los cero coma diecisiete goles a favor esperados en Butarque para darse cuenta que la explicación es complicada, y que parece imposible que el rendimiento sea mayor con los méritos ofensivos generados.
El trabajo de Ramis en parcela defensiva es elogiable desde su llegada al club, convirtiéndonos en un equipo muy destacable en esa faceta y en la que únicamente los errores propios nos hacen tambalear. Seña identitaria del tarraconense que supo dar volantazo a sus experimentos y volver a confiar en sus guerreros más leales para sacar los buenos resultados del inicio de campaña, porque rectificar es de sabios.
Labor sobre el campo, pero también mental. Tres remontadas consecutivas fuera de casa, contando el duelo de Copa, que hablan de unos jugadores que no están dispuestos a bajar los brazos por más complicada que se vuelva la situación. Jugadores que parecen renacidos y cuya confianza se refuerza potenciando sus virtudes dentro del campo.
Debemos disfrutar de tan privilegiada situación cada vez que miramos con ilusión la tabla de clasificados, pero a la vez siendo conscientes de que será prácticamente imposible mantener estos ratios de goles por oportunidades. El equipo debe mejorar sus mecanismos de ataque si quiere mantenerse en los puestos altos, conservando esta unión de bloque que se hace palpable jornada tras jornada.
En este idílico encuadre por el que estamos atravesando se hace especialmente doloroso el momento que está viviendo nuestro capitán. Protagonista absoluto en el ascenso y en cada éxito logrado por nuestro club en las temporadas que orgullosamente la elástica blanquinegra, sus muy visibles errores le están situando en un complicado papel.
Aitor es, sin duda, uno de los nuestros. Ese jugador que a todos se nos pasa por la cabeza cuando hablamos de fidelidad y de amor por un club, estandarte de los aficionados y líder cuando las cosas van bien, pero sobre todo, cuando van mal. Deseando que pronto recupere su nivel, algo de lo que nadie tiene duda, debe sentirse respaldado por nuestro aliento, porque el burgalés es leal por naturaleza, y si alguien se merece ese empujón hacia delante, es nuestro dieciocho.












