Comentario de opinión de Jairo Velasco sobre la actualidad del Burgos CF
Las oportunidades no dejan de ser ocasiones propicias; Momentos que se presentan efímeramente y que solo uno mismo puede aprovecharlas o dejarlas pasar. Como la llegada repentina del otoño, con su frío que corta de golpe el calor del verano, así se esfumó una victoria que parecía más que al alcance de la mano, dejando un regusto amargo en la primera fría tarde de la temporada.
Y es que las oportunidades en el fútbol no duran mucho. La debilidad no es algo demasiado habitual de ver en este deporte, porque cada uno se refugia en sus armas como si esas fueran las más poderosas. Por eso, cuando aparece, hay que transformar esas dudas rivales en goles y puntos porque, al final, lo que queda en la tabla no son las intenciones, sino los resultados.
Escenario y rival próspero para dar un puñetazo de iniciativa en la mesa aprovechando el “boost” de la motivante victoria en El Molinón. Esperábamos un equipo que derrochara intensidad y personalidad a sabiendas que tras la disputa de toda la jornada una victoria nos colocaría en los puestos de cabeza sellando un comienzo de temporada firme, con una media de puntos para soñar con cualquier cosa.
Partido para no tener miedo, aprovechando la fragilidad mostrada por un Granada sumido en una crisis institucional y deportiva que no parece tocar fondo. Coyuntura idónea para utilizar los minutos iniciales como comburente incendiario de una grada que desnivela el campo favoreciendo que los goles caigan en el saco del rival, alejándoles de la orilla hasta que la agonía les hiciera ser víctimas de su propia ansiedad.
Ejemplos hay jornada tras jornada de que lidiar con esta situación parece más difícil para el que tiene el papel de “coco” que para la “cenicienta” y el pavor a repetir la decepción pudo pesar en unos jugadores a los que les pesó demasiado ese papel. Extremadas precauciones que ahogaron las escasas ideas ofensivas que pareció plantear Ramis, primando el orden al riesgo, para doblegar a un conjunto nazarí nervioso y sin mucha fe en lo que hacía.
Y cuando las dudas pasan de la víctima al verdugo, hacen que el miedo se transfiera de unas pupilas a otras, revirtiendo la inclinación mental del terreno de juego. Por suerte, el inesperado mazazo del gol visitante duró poco, lo justo para despertar del letargo a un equipo que iba bajando el pulso a la vez que se alejaba del área rival.
Curiosamente tuvo que ser alguien inesperado quien aplicara la descarga del desfibrilador; Un chico del filial del que nadie esperaba protagonismo, pero que no dudó en asumir los galones necesarios para sacar adelante una situación que parecía enquistarse irremediablemente. Fermín, un muchacho discreto que ya dio medio ascenso a Segunda RFEF y que pareció no temblarle el pulso cuando el teatro reclamaba un héroe.
Porque puede que ese sea nuestro déficit esta temporada, el de no disponer de un jugador diferencial que de luz al entorno cuando los partidos se enroquen. Un bloque bien estructurado pero que necesita de un solista para arrancar los aplausos de un público que se fue de El Plantío sabiendo que no se había aprovechado una gran oportunidad de situar nuestro nombre como invitados de honor en la zona noble.
