Comentario de opinión de Paco Peñacoba sobre la actualidad del Burgos CF.
El Burgos CF afronta una nueva pretemporada con la ilusión de los aficionados en comprobar como se va construyendo el nuevo equipo, con mucha base del pasado pero también con caras nuevas en las que se ponen muchas esperanzas de crecimiento para el equipo. Una plantilla a la que se pedirá que sepa competir con buenos equipos del fútbol profesional. Y al margen de los objetivos que el Club estime oportunos, una gran parte de la afición lo tiene claro: lo primero no pasar apuros y ahorrase sufrimientos y lo segundo intentar culminar un sueño que viene de las dos últimas temporadas basado en jugar una fase de ascenso que haría feliz a mucha gente y que genera muchas ilusiones. Pero, eso, hoy por hoy, siendo realistas, queda lejos, dado el nivel de la categoría y los muchos factores que entran en juego.
Y así las cosas nos preguntamos por el valor real de la pretemporada. ¿Sirven estos partidos para comprobar el nivel real del equipo de cara a lo que le espera?
Lo cierto es que hemos vivido muchas pretemporadas y algo podemos decir. La pretemporada no es una ciencia exacta, pero marca más de lo que parece. Aunque en el fútbol siempre hay excepciones de equipos que no hicieron casi pretemporada, caso del Mirandés el pasado año que no tenía el equipo conformado, pero es evidente que estos partidos previos a la competición oficial tienen más valor e importancia de lo que puede parecer.
Por un lado sirven para conocer el tono físico de cada jugador, sus opciones progreso y son también partidos que suponen la creación de la argamasa imprescindible para convertir las individualidades en equipo, ese equipo conjuntado al que todos los entrenadores aspiran que que es la base del éxito en la temporada.
Además los resultados de la pretemporada tienen también su efecto, tanto en los jugadores como en la afición. Si se encajan muchos goles y si se pierden partidos, puede generar una sensación de inseguridad en los jugadores muy negativa para afrontar los primeros partidos, todo lo contrario de si se ganan partidos y si el equipo se muestra fuerte en defensa, que permite llegar al primer encuentro con más confianza y mejores sensaciones para iniciar bien el campeonato, que es otra de las claves para llegar a los objetivos finales.
Por su parte la afición también es muy receptiva a estos parámetros. Las victorias de pretemporada, la buena imagen del equipo, genera ilusión en la afición, anima a los indecisos a adquirir su carnet de abonado y la masa social se muestra más unida al equipo, que si los resultados fueran malos y la imagen no respondiera a lo que la afición demanda.
Como podemos comprobar, la pretemporada, sin jugarse puntos, tiene más importancia de lo que parece. No solo sirve para que los entrenadores prueben nuevas tácticas y sistemas de juego, sino que mueve corazones y, de paso, puede generar o romper recursos económicos.
Así de simple y así de complejo.
