Comentario de opinión de Jairo Velasco sobre la actualidad del Burgos CF.
Como en los pasillos de una escuela que se vacían tras el último timbre del año, los estadios también guardan silencio cuando cae el telón de la temporada. Un eterno curso de diez meses en el que atrás quedan los goles celebrados como exámenes aprobados con nota, los tropiezos que dolieron como un suspenso inesperado, y las jornadas maratonianas de tertulias, tensión, sufrimiento y aprendizaje.
Porque una temporada de fútbol, al igual que un curso académico, es una larga lección de constancia, de paciencia, de crecimiento. Y ahora, con los últimos minutos jugados y las notas ya echadas en la tabla de clasificación, es tiempo de repasar lo vivido, como quien hojea las páginas gastadas de un cuaderno lleno de apuntes que nos retrotraen a historias que ya forman parte del pasado.
Un estudiante, nuestro Burgos Club de Fútbol, que ha pasado por todas las calificaciones que se pueden obtener en los diversos parciales a los que nos ha ido enfrentado la temporada, como si de trimestres se tratara. Irregularidad es la palabra que mejor define a quien es capaz de demostrar lo mejor y lo peor, generando aún dudas en la jornada cuarenta y dos sobre hasta dónde hubiésemos llegado o hasta dónde hubiéramos caído.
Nos presentamos en la categoría como uno de los alumnos estrella de la clase, no temiendo a los grandes nombres que nos rodeaban y con excelentes resultados en los primeros test, como si las buenas sensaciones de la pretemporada hubieran servido como clases de refuerzo. Quizás fuese porque nos habían chivado las preguntas o porque justo cayeron los temas que nos sabíamos, pero a partir de ahí, el segundo trimestre fue opuestamente diferente.
Un periodo de agonía en el que nos vimos mucho más cerca del abismo de lo que nunca pudiéramos haber imaginado y en el que cambiamos todo lo que se podía cambiar. Nuevo profesor y ocho compañeros nuevos en el aula con los que borrar la mentalidad de un grupo que parecía estar acostumbrado a los suspensos, sin que estos ya casi dolieran. Un progresa adecuadamente a base de cincos que nos volvieron a situar en el percentil medio para consolidar la idea de que quizás no fuésemos los mejores, pero tampoco tan malos.
A partir de ahí escalamos con buen trabajo y directrices claras al notable y nos quedamos al borde del sobresaliente para el que quizás nos faltó ambición. Relajación humana típica del que ha alcanzado un complicado objetivo y sabe que para alcanzar el siguiente va a tener que remar mucho, estando ya agotado mentalmente.
Una temporada calificable con un suficiente alto, muy lejos de las expectativas generadas por presidencia y dirección deportiva en un primer momento, pero también de las muy malas vibraciones que transmitía el equipo en buena fase de la liga. Curso de transición, pero sobre todo de aprendizaje, en el que perder la humildad nos estuvo a punto de costar un disgusto y en el que solo a través del barro y del trabajo se han ido sacando los resultados.
Verano intenso el que se nos viene por delante, más mirando a las oficinas que al verde y en el que los burgalesistas desgraciadamente no seremos más que meros y ajenos espectadores. Una afición que ha demostrado en las malas ser el baluarte más importante de este club, sin un mal gesto y dejándose la garganta cuando quizás la situación invitaba a otra reacción, mereciéndose ser correspondida con mayor transparencia y claridad.
A todos ellos únicamente instarles a no repetir errores del pasado. Sabemos que tras la conversión de nuestro club a Sociedad Anónima nuestro grado de participación es mínimo, pero la fuerza de muchos puede valer más que las acciones de otros. Mentalidad crítica para ser capaces de evaluar un futuro que se prevé convulso y en el que no por levantar la voz se es menos burgalesista.
