lunes, mayo 20, 2024
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Burgos

Sangre y pegada

Comentario de opinión de Jairo Velasco sobre la actualidad del Burgos CF

La última bala. Así se presentaba el partido que en la trigésimo octava jornada nos llevaba hasta Zaragoza; Tanto por los resultados que se habían dado antes del inicio del encuentro como por las sensaciones que supondrían no haber conseguido los tres puntos podría haber resultado la losa definitiva que sepultara nuestras ilusiones de poder vivir algo aún más especial en lo que resta de temporada. 

Una visita a una ciudad y un estadio siempre especial, rezumante de historia y desubicada en la Segunda División, en la que las aficiones se encargaron de acallar el cartel de “alto riesgo” con el que los responsables de seguridad lo habían etiquetado. Aquí aprovecho para loar a nuestros seguidores, que además de desplazarse masas, muestran un comportamiento ejemplar allá por dónde van, recibiendo además a todas las aficiones que visitan nuestra ciudad bajo las mismas condiciones, algo de lo que no muchos clubes pueden presumir.  

Ya centrados en lo ocurrido en el verde, el Burgos mostró una de sus mejores caras lejos de El Plantío. Mostrando un once un tanto parcheado con las sensibles ausencia de Atienza y Matos, no apabulló demasiado el equipo local en los primeros compases de partido y eso permitió al Burgos asentarse en el campo, acaparando más posesión de balón que en las últimas salidas, aunque con problemas en el repliegue en los inertes acercamientos del Zaragoza, ilustrando los motivos de ser uno de los equipos que menos goles marcan en su estadio. 

El planteamiento se reforzó con el golazo de Montiel, que hasta ese momento también había sido uno de los más destacados. Pese a haber llegado a Burgos como un “trescuartista”, está sacando bastante rendimiento en esa posición circunstancial en el doble pivote, ya habiéndolo demostrado contra el Racing de Santander, partido en el que además de dar buen criterio y velocidad en el flujo del balón, sumó múltiples recuperaciones en una faceta no tan reconocible del madrileño. 

A partir de ahí los de Bolo se consignaron a defenderse con el balón, acumulando largas posesiones no demasiado habituales en el equipo blanquinegro, pero la buena primera parte se vio enturbiada con el desafortunado tanto local que parecía torcer todo el trabajo realizado hasta el momento. Así como en otras ocasiones ese mazazo al borde del descanso hubiera tirado abajo el castillo de naipes, las sensaciones del domingo eran otras.

Quizás por la debilidad que mostraban los de Víctor Fernandez, carentes de personalidad y ganas, como si no fueran conscientes de que aún no han conseguido la salvación, o por la perseverancia de un Burgos que proponía desde el orden, sin demasiada profundidad pero que parecía controlar el ritmo del partido. Y sin dar tiempo a que las consignas del descanso surtieran efecto, el decimoquito gol de Curro reforzó la idea de los Hijos del Frío, que a partir de ahí solo tuvieron que esperar a que el Zaragoza cometiera algún fallo que les terminara de condenar. 

Tres tiros a puerta y tres goles en un alarde de efectividad que hemos echado en falta en muchos choques de la temporada. Alegrón para todos los desplazados que habrán vivido un fin de semana para el recuerdo por tierras mañas y que ya nos hacen esperar con ansia el partido del viernes en el que mucho más que tres puntos están en juego. 

Es un habitual de mis comentarios el dar crédito a esta plantilla, unos chicos que aún justos de efectivos en muchos tramos de la temporada no han negociado ni un gramo de esfuerzo en defensa de nuestro escudo. Jugadores que en muchos partidos se tienen que vestir de guerreros para poder competir contra plantillas con armas mucho más poderosas, y que aún con el rostro lleno de sangre quieren permanecer en la trinchera ayudando a sus compañeros.

Y en nuestras manos y gargantas está posibilidad de darles ese impulso de energía y ánimo que les haga llegar con el corazón a donde las piernas puede que no lleguen. Únicamente cuatro batallas por delante para cerrar un año que seguramente, y pase lo que pase, guardaremos en nuestra memoria. ¡Que pase el siguiente! 

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