La imagen del equipo blanquinegro en los últimos partidos y la pérdida de toda posibilidad de playoff han ensombrecido la gran primera vuelta de la competición en la que el Burgos llegó a ser líder.
FOTO: LaLiga SmartBank
No es solo la realidad sino como se llega a la misma. El Burgos no está teniendo el final de temporada deseado, tras haber sido líder una jornada en la primera vuelta y tras mantenerse durante muchas semanas en los puestos de fase de ascenso. A falta de dos partidos para concluir el campeonato, el conjunto blanquinegro se encuentra en décima posición, con 54 puntos, muy lejos de las posibilidades que se vislumbraban al comienzo de la segunda vuelta, a solo 5 puntos del Sporting de Gijón, que marca la línea de salvación del descenso y que puede llegar a superar los puntos del Burgos si gana los dos partidos que restan y los pierde el equipo de El Plantío. No es pesimismo es la realidad de una clasificación, que hubiera puesto en descenso al Burgos si solo contáramos los méritos de la segunda vuelta, de una segunda vuelta para olvidar.
Está claro que algo le ha pasado al Burgos y a esta plantilla de jugadores para un cambio tan drástico en tan poco tiempo. Es verdad que la igualdad de los equipos en la categoría puede llevar a una mala racha y también es cierto que no ha habido suerte con las lesiones de algunos jugadores que no han podido estar en partidos claves ni rendir al cien por cien. Pero eso no justifica la imagen ofrecida por el conjunto del equipo en muchos partidos de la segunda vuelta. Nulidad ofensiva en Mendizorroza ante el Alavés, era un aviso. Escasa ambición en desplazamientos como Málaga e Ibiza, donde se empata en el primero y se pierde en el segundo, pérdida de la identidad en El Plantío como fortín inexpugnable, en el que se pierden partidos, tras ir por delante en el marcador, casos del Eibar y del Granada tras una primera parte muy aceptable, el equipo en la segunda se deja remontar. Y no se pasa del empate ante equipos de la zona baja de la tabla, como Ponferradina o Sporting de Gijón. Y se pierde en derbi en Miranda tras adelantarse en el marcador en la segunda parte. Y no se gana en Cartagena pese a jugar con un hombre más y se termina goleado en El Plantío ante un Leganés que buscaba la permanencia…. la colección es interminable.
Pero pese a todo lo que preocupa no son tanto los resultados, sino la sensación de que el equipo ha perdido la esencia de lo que fue. Falta intensidad en muchos momentos de los partidos, hay errores en los pases que no son propios de la categoría, no existe continuidad en el juego del equipo que va a ráfagas, las marcas en defensa se han relajado y sobre todo la sensación de que el equipo hace tiempo que dejó de ser ambicioso y de creer en sus posibilidades, como si los jugadores tuvieran su mente y objetivo en otras cosas, con una notable pérdida de confianza en sí mismos. ¿Qué ha pasado?
Son los propios protagonistas los únicos que lo pueden saber porque desde fuera es imposible. Pero está claro que hay algo que se nos escapa y que ha podido provocar este cambio que ha dejado al Burgos de la primera vuelta irreconocible en la segunda parte de la competición y que ha dilapidado la creciente ilusión que había en la afición por vivir esta temporada algo grande.
Quedan dos partidos y es necesario apuntar que todavía hay mucho en juego, más de lo que pueda parecer, aunque el equipo esté salvado del descenso y haya cumplido su objetivo global de la temporada, que era la permanencia en la categoría.
Hay cosas importantes en juego en los dos partidos que restan y no solo el dinero que pueda recibir el club por el puesto que termine ocupando tras el último partido, también está en juego la propia imagen de los jugadores que deben intentar frenar su bajo rendimiento en algunos de ellos y potenciar sus posibilidades de futuro, que pueden quedar marcadas por la imagen final ofrecida. Y además está en juego paliar la decepción que sufre actualmente la afición blanquinegra, dejando lo más alto posible el listón en los dos últimos partidos que restan.
Porque aunque Julián Calero insista en que lo que pase en estos partidos no le va a influir en su renovación o no, tenemos la impresión de que sí influirá, como influirá en las renovaciones, fichajes y caché de los jugadores cuando todo esto haya acabado. Por injusto que parezca, la imagen final es, en muchos casos, la que queda.
Y quedan 180 minutos en los que todos esperamos algo más.