Que el dichoso coronavirus va a tener consecuencias no lo dudamos nadie. Que sobre una causa indeseable se van a generar consecuencias indeseables, es algo que vamos asumiendo. Y que se va a aprovechar la pandemia para hacer reformas es algo que ya estamos viendo.

El deporte tampoco se ha quedado al margen. Es más, ha destapado muchas esencias y no todas desprenden un agradable aroma. Que las resoluciones tienen taras, pues sí, aunque son las mismas que nos encontramos en otras como esa de tener un horario concreto para dar un paseo y no tenerlo para ir a la terraza de un bar.

El fútbol no se ha quedado atrás en reformas, cambios y decisiones más o menos necesarias u obligadas. Lo cierto es que abusamos de “romper con el pasado” con demasiada facilidad sin analizar las rupturas, sus cosas buenas y sus cosas malas. Simplemente, la realidad es que parece que hay que romper con lo propuesto por mis predecesores y eliminar todo aquello que pueda demostrar, de alguna forma, la capacidad de los demás a hacer cosas bien, correctas y aprovechables.

Hace tiempo, justo antes de la llegada del actual presidente de la Real Federación Española de Fútbol (a partir de aquí RFEF) a su cargo, se aprobó con una mayoría aplastante, la reforma de segunda división B y la tercera división. Su fórmula era crear dos categorías intermedias que pudieran dar una cobertura más identificada con la realidad de las mismas. Es posible…, casi seguro, que este artículo de opinión hubiera tenido la misma cabida entonces que lo tiene ahora. Pienso que el mayor problema de la segunda B actual estriba en actuar como una categoría profesional  en aspectos fundamentales y no estar reconocida como tal en otros no menos fundamentales.

Pues lo que hace un tiempo, para los recién llegados, solo sirvió en carne de papelera, ahora éstos mismos, rebuscan en el muladar para recuperar, al menos en parte, la propuesta original. ¡Qué pena de tiempo perdido!

Otro de los aspectos reincidentes que parece mantener la RFEF es buscar una buena sintonía con los clubes. De esta forma, una buena dosis para ello está en que no haya descensos y sí el premio de los ascensos (sobrevolará el yugo de las próximas elecciones a la presidencia… ¡Uy!, ¡Qué mal pensado!) Nadie duda de la dificultad de la toma decisiones pero… acaso, no es un cambio las reglas del juego cuando una temporada que tiene durar 38 jornadas se queda cortada en 28… Qué pasa con todos esos equipos que, por elección propia o no tanto, habían llegado a su plenitud de forma en este tramo de la competición y sus opciones de cotas mayores estaban intactas… La decisión de la RFEF nos ha dejado algo importante… que el minuto 90 no vale lo mismo que el minuto 30, ni que el minuto 1. Quizá sea por eso por lo que la misma jugada no se penaliza igual en el minuto 1, que en el 30 o que en el 90; o que la misma jugada no se castiga igual cuando se comete en el centro del campo o dentro del área. Es algo que muchos sospechábamos y, este tipo de decisiones, no hace más que alimentarlas, las sospechas, digo.

Pues con este panorama, nos vamos a encontrar con una temporada 2020-21 con cinco grupos de segunda B o, lo que es lo mismo, con 100 equipos. ¡Una barbaridad! Pero es que, la cosa que dicen, no acaba aquí. Además, cada grupo, se subdividirá en 2 grupos más, es decir, para ser claros y no engañar a nadie… la propuesta real es la existencia de una categoría que arrancará con 10 grupos de 10 equipos cada uno. Y pienso yo: “si antes, organizar cuatro grupos era complicado, veremos a ver cómo se organizan 10”.  

Y, quizá, lo más grave. Acaso este cambio no es similar a una reorganización creando esa categoría nueva Pro o Élite… Y si ésta opción no se puede llevar a cabo por que, según nos dicen, no cumpliría con el reglamento…, sí cumple con el reglamente crear un quinto grupo de segunda B. No es cambiar el reglamento iniciar una competición con ascensos y descensos y que termine con solo ascensos. Y no cambia el reglamento el que se dispute esa fase de ascenso de una manera distinta a la considerada inicialmente… No me negará el lector que, aunque la medida al final tomada pueda ser legal, no deja de, al menos, en una parte grande, generar una “duda razonable” para que no lo sea.

Pero la reforma va mucho más lejos, o al menos, debiera de ir. Nos comentan, más oficiosa que oficialmente, que para la 2022-23, la nueva categoría propuesta (esa Pro, Élite o como se quiera denominar) va a ser profesional. ¡Cuidado!… Hemos llegado al “palabro”: “PROFESIONAL”.

Pues ahora toca la gran pregunta… ¿Y qué entiende la RFEF como una categoría profesional? Porque la segunda B actual no es una categoría donde abunden jugadores que “no viven de esto” o que “no cobren nada”, en definitiva, que la actividad de futbolista no sea prioritaria sobre las demás actividades a las que se dediquen, si es que tienen otras; cuántos entrenadores ocupan sus cargos por “amor al arte” y, sobre todo, por dedicarse a hacer lo que les gusta y que sirve de relajación a su trabajo principal de la semana. Acaso no es una categoría compuesta por equipos que esconden muchas “irregularidades” bajo ese cartel de “semiprofesional” amparado y protegido por la Organización de la misma, con el beneplácito del CSD y otras instancias superiores. Si no lo es, al menos lo parece tanto, que termina siéndolo.

Entonces, qué nos están  vendiendo para la temporada 2022-23. En qué va a consistir la “profesionalización” de esa categoría. O, es que se va a “hacer algo” para que determinados equipos encuentren hueco en ella… Acaso se pudiera leer en el trasfondo de la cuestión que hay equipos que pueden entrar en ella y otros no… y… ¿qué equipos?… Los que la RFEF, a su capricho, considere que son apropiados o no, o los que se ganen ese derecho deportivamente durante la temporada que está por comenzar, o esa ganancia se debe llevar por otras líneas…

Bueno será que además de anunciar la creación de esa categoría (que no está nada mal), se indiquen qué requisitos son necesarios para que los equipos se lo ganen fuera de la estricta competición deportiva, sobre todo porque los equipos puedan disponer de ese derecho a conocer las reglas del juego, que sean claras y que, cuando se dispute el primer minuto de la próxima temporada, todos ellos puedan haber trazado una línea a seguir y un objetivo realista a cumplir. Al menos, si las cartas se descubren, nadie podrá tachar a la RFEF, con más o menos razón, de manipuladora. Luego a esperar que no venga cualquiera pandemia y…

Porque crear sin más una categoría entre las actuales de segunda y segunda B no solucionarían los verdaderos problemas que tiene la categoría de bronce. Quizá consiga neutralizar a corto plazo la situación, pero, a la larga, el resurgir de los mismos, a poco que avancen las temporadas, es algo que se puede prever y bueno sería que no se agravasen aún más. Es cierto que siempre quedaría el recurso de volver a crear otra categoría intermedia… Tirar del diccionario para buscarle un nombre no parece complejo.

De todas formas, no debe olvidar el presidente Rubiales que, ahora (bueno… y siempre), ésta, la RFEF, además de cumplir con los requisitos de ser un buen César, positivo sería que también cumpliera esa otra condición, muchas veces olvidada, de ser, y también parecer, la mujer del César.