El Covid19 está causando estragos en todos los órdenes de la vida. Humanamente, está generando daño a todo tipo de sensibilidades y, a medida que se acrecienta la triste realidad de afectados, nos vemos involucrados de una u otra manera.
Económicamente, sin duda, será un varapalo inmenso, más, si los más optimistas les cuesta hablar en términos diferentes a la mayor crisis económica de las últimas décadas, incluyendo aquella del 2008.
Deportivamente, las dudas nos asaltan en todos los órdenes. Con el paso del tiempo, podemos comprobar que el deporte en casa, que tanto nos inculcaron en los inicios de esta crisis, no es lo mismo. Lo peor es que me deja la sensación de tener que ocupar a la masa en algo, mientras otros tienen vía libre para probar esto o aquello y apaciguar nuestros ánimos.
Cuando analizamos la situación, nos es complicado, más por lo que vamos viendo hasta ahora, tener una idea de cómo va a echar a rodar el país. Lógicamente, parece que el que todos, una parte, o algunos pocos, comiencen a tener posibilidad de salir a la calle y poder practicar deporte, será lo primero que pueda darse.
Pero cuando pensamos en el otro deporte, y, no tanto en el profesional de alta alcurnia, sino el que practican nuestros hijos por amor y gracia al interés que uno tiene por aquel en concreto, las dudas son mucho más fuertes. Considerará alguno de ustedes, con cierta razón, que en este momento, poco nos importa cómo arrancarán las diferentes prácticas deportivas de equipos base, de deportistas aficionados. Es verdad que parece un mal menor. Pero no cabe duda que, salvando el mayor de los deseos que no es otro que esto se acabe, también debemos considerar que la vida ha de continuar y que deberemos corregir y cuidar actuaciones con el fin de intentar en la medida que sea posible que no se reproduzca, al menos por nuestra parte y nuestras acciones.
Las dudas son grandes y el miedo es libre. Tendremos que ver cómo repercute esta situación en la continuidad de deportes que quizá, no hemos caído en ello, pero que pudieran estar en peligro de extinción, al menos temporalmente.
¿Dejaremos acudir a nuestros hijos a instalaciones deportivas en las que se reúnan una cantidad de personas a practicar o seguir una competición deportiva si saber qué medidas de seguridad se han tomado o ni tan siquiera tener constancia de ello. E, incluso, esta postura, que tan lógica y de sentido común parece, no perjudicará a clubes y tengan que conformarse con cerrar la puerta….?
Y qué pasa con los deportes de medio profesionalismo. He oído (ahora habrá que determinar cuánta realidad hay o cuánto de globo sonda es) que la normalidad para bares, cafeterías, ocio y demás vínculos a la cultura, no llegará hasta finales de año. Y con este panorama, ¿cómo van a gestionar esa situación los clubes? Equipos que compiten con carácter provincial, regional o nacional dentro de ese carácter amateur, ¿tendrá la capacidad de poder ponerse en marcha? ¿Qué posibilidades tendrán de vender su producto a sus seguidores y aficionados presentes?, ¿Seguirán siendo contribuyentes a la entidad de la misma manera, sabiendo que durante una parte de la temporada no podrá acceder a los recintos por medida de seguridad y que cuando esto ocurra desconocerá cómo y de qué manera se le permitirán hacerlo?¿Responderán en la misma medida entidades privadas colaborando económicamente con los proyectos en forma de patrocinios u ayudas?
Son momentos duros y con demasiadas incertidumbres para el día después. Lo cierto es que, lo primordial es salvar la actual situación, pero para cuando busquemos la normalidad, el “sálvese quien pueda” parece un argumento demasiado pobre para un país como el nuestro. Desgraciadamente, todo apunta a que será la línea en la que caigamos, probablemente porque este país ni es tan fenomenal como muchas veces pregonamos, ni hacemos las cosas tan bien como en otras afirmamos.